Como muchos de ustedes sabrán, soy docente además de terapeuta. El sábado estaba dictando una clase de Desajuste en el deseo y en medio de la misma un estudiante me preguntó sobre su propio caso con una consultante. Luego de mucho conversar, le dije que yo misma no tenía muy claro el límite entre ser asertiva (pedir cambios de comportamiento que molestan) versus intentar disminuir la propia incertidumbre mediante el intento de control del comportamiento del otro. Sentía que la línea a veces era bastante difusa.
En específico, lo que hablamos en la clase tenía que ver sobre el hecho de tener una pareja que le diera like (me gusta) en Instagram a mujeres con poca ropa. Esto como un comportamiento repetitivo, desde luego, como un patrón de conducta que molesta o desagrada, teniendo claro que el problema no está en el comportamiento per se sino cuando lo contextualizamos en una historia de aprendizaje específica en la cual este tipo de conductas recuerdan interacciones desagradables pasadas.
Comenté que no era lo mismo estar en el inicio de la aplicación y encontrar de manera fortuita los likes que meterse voluntariamente a espiar, chequear o comprobar lo que hacía la pareja. En el segundo caso la atención estaba puesta selectivamente en el comportamiento de la pareja para tener una sensación de certeza y en el primero no. Esto de la atención a probables señales de alarma o estar hiperalerta es característico en personas que viven las relaciones desde el lugar de la ansiedad o una señal de que la persona con la que se está no es la más adecuada (cuidado con hacernos luz de gas a nosotras mismas1)
Me pregunté entonces cuando era un problema de ansiedad que una misma debía trabajarse o cuándo era simplemente que el otro no estaba cumpliendo con su parte dentro de un vínculo afectivo, y, además, cuál era la parte del otro. El tema de las expectativas que tenemos en una relación, sobre todo romántica, nos da para muchos quebraderos de cabeza, sobretodo cuando esas expectativas no se comunican a quien se supone debe cumplirlas y actuamos conforme a ellas sin que el otro lo sepa.
A la final el comportamiento era el mismo: ahí estaban los likes. No importaba el camino a través del cual se destapaba la verdad. Era una cuestión también de filtro social, es decir, si realmente valía la pena tener como pareja a alguien que tuviera este tipo de conductas o no, pues tenía que ver con nuestro sistema de valores personales.
Es claro que hay muchas cosas obligadas en el mundo, pero la elección de pareja es una de esas pocas cosas “libres”. Que si quisiéramos buscar un hombre millonario, hippie y extraterrestre lo pudiéramos hacer: que lo encontráramos o fuera realista era otra cosa y que fuera recíproco, también. Que eligiéramos un hombre que nos hiciera sentir intranquilas también era una elección y que estuviéramos dispuestas a pagar el precio por estar con alguien así, también.
Mi idea con lo que te escribo tampoco es darte una respuesta concisa. El debate está abierto y está bien tener dudas sin intentar responderlas porque justo ese es el comportamiento en la ansiedad: el buscar entender todo, darle respuesta a todo. En el poema que te comparto verás esa incomodidad con la incertidumbre. Te dejo esta pregunta: ¿qué tanto estamos viviendo nuestras relaciones desde nuestra cabeza y qué tanto las estamos viviendo desde experiencias compartidas?
El poema es mío, por cierto. Los poemas no son mi fuerte pero lo intento.
Poema de una persona con ansiedad
Busco señales que signifiquen hecatombes.
Araño y rasguño en las interacciones para encontrar significados mal intencionados.
Reviso en conversaciones muertas lo que pueda dar un sentido al hoy que no comprendo.
Un gesto, un olvido o un desliz puede transformarse rápidamente en un motivo para dudar por completo de la relación.
Me estoy cayendo y levantando repetidamente. A veces en cuestión de minutos y a veces son horas.
El tiempo que pasa sin recibir respuesta viene acumulándose y pesando sobre la espalda y hombros.
Busco una tranquilidad inventada. Lucho y peleo contra mi propia cabeza. Le pido clemencia, pero ella me obliga a creerle.
Olvido argumentos que sostengan el hecho de ser querida. Ser querida se va diluyendo. Tengo casi que una seguridad pagada. No hay espacio para la duda. No hay otras razones que no estén relacionadas conmigo.
Me vuelvo autorreferencial.
Llega el mensaje. Siento alivio. Se olvidan las rabias. Se devuelven las angustias. Confío.
Confío por un tiempo limitado hasta que se vuelve a repetir el ciclo.
Vuelve la hecatombe. Me asfixio. Me seco. Me extravío. Me envuelvo en pesares.
Vuelvo a confiar.
Es un tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia realidad.
Me encantó ese poema, describe a la perfección lo que pasa en la mente de personas que tenemos ansiedad!
uff que fuerte esto, esa es una de las cosas que más me genera inseguridad y desazón en una relación, porque aunque soy consciente de que a los hombres (soy mujer heterosexual) con el solo abrir redes sociales les empiezan a salir chicas voluptuosas en poca ropa, ver que empiezan a seguir y seguir ese tipo de contenido (el sigue C*l*s 3000) hace que me sienta insuficiente, que sienta que tiene esa necesidad de buscar por fuera lo que no recibe aquí, y aunque se que en gran parte es mi responsabilidad darme mi valor, también creo que un punto es una falta de respeto con la pareja, gracias por tocar este tema que es tan complejo!!
leerte es genial, gracias por compartir tus reflexiones